jueves, 7 de mayo de 2009

UN RETO: APRENDER A SER PERSONA MAYOR ANTES DE SERLO

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Para centrar el desarrollo de la exposición vamos a señalar en primer lugar algunas de las características comunes propias de las personas mayores:

Destacar que, en términos generales, las relaciones sociales de las personas mayores se empobrecen con respecto a las mantenidas en los períodos de la vida anterior.

Y ello porque la edad cronológica, los años, impermeabilizan, es decir, por un lado agrupa a los individuos mayores de edad y por otro lado, los mayores se desconectan de los grupos de edades distintas, siendo prácticamente inexistentes las relaciones intergeneracionales entre el segmento joven y el segmento mayor de la población.
Las personas mayores tienen un territorio especifico.


Y ello porque se reduce la libertad de movimiento y se acorta tanto los espacios físicos como los sociales. Las personas mayores se encuentran y reúnen en un territorio especifico – clubes, hogares -, como lugar donde deben estar las personas mayores, creados y financiados por el resto de la sociedad. En ellos se agrupan muchas personas mayores jubiladas, en donde se sienten mas indiferentes a su estado social ya que aquí “somos todos iguales” Lugar social especifico para ellos, otorgando a estos centros unas características de aislamiento social.

En la mayoría de los contextos observados, los jubilados ocupan lugares sociales marginales, pero en los clubes y hogares, ellos son el centro y motivo mismo de la existencia de cada uno de ellos, donde comparten una solidaridad mecánica difusa con dos variables básicas: comparten un territorio y un grupo de edad, con todo lo que ello implica; y se crean redes de relaciones interpersonales que les permite organizarse como segmento social parcialmente desligados del resto de la colectividad, que les margina. En ellos se ofrecen actividades instrumentales de ocio, a partir de las cuales los mayores ordenan cronológicamente sus vidas y fomentan las relaciones sociales, pero con una salvedad: no son los mayores sino el resto de la sociedad, los que lo determinan.


Otros territorios donde se refleja la falta de estructura interior del colectivo de personas mayores los tenemos en los espacios al aire libre: parques, paseos, plazas urbanas, bancos públicos, que actúan como atalayas de observación de la vida cotidiana, y lugar donde tomar el sol; sin olvidar las estaciones de ferrocarril, de autobuses, de metro y los mercados, que posibilitan el poder “disfrutar” del movimiento de la gente.

Con la edad se modifica, en las personas mayores, la relación del hombre con el tiempo, tanto existencial como libre. En este sentido hay que hacer una aclaración: la diferencia entre tiempo libre y tiempo desocupado. El tiempo libre es el que queda después de haber cumplido las obligaciones laborales que llenan el tiempo ocupado en el periodo de vida activa, productiva. Pero cuando no existe tiempo obligatoriamente ocupado, como es en el caso de las personas mayores jubiladas, tampoco existe tiempo libre, por lo que las personas mayores disfrutan de “tiempo desocupado”.

Las personas mayores están sumergidas en un “continuum” temporal indiferenciado sin secuencias temporales. ¿Y esto que significa? Pues que lo que hacen las personas mayores con el tiempo es “usarlo”; mientras que en la vida productiva del adulto, el tiempo se “consume”. En este sentido es conveniente delimitar entre “tiempo autónomo”, organizado por la persona que lo usa; y “tiempo heterónomo”, organizado por otros.


La sociedad concede a las personas mayores mucho tiempo desocupado, pero no les da los medios materiales para utilizarlo. .
Las personas mayores no constituyen un grupo pionero de nuevos valores y formas de tiempo desocupado, como contrapunto a una sociedad productiva. El “tiempo desocupado” no sirve a las personas mayores para modificar su posición social; solo sirve para rellenar el vacío de los días y horas, sin sentido, situación que conduce a la poca diferencia en los modos de utilización del tiempo.
Todo lo que acabamos de analizar se ponen de manifiesto a partir del momento de la jubilación que es cuando oficialmente la persona adulta se hace mayor y se sitúa en el contexto de la cultura de las personas mayores, con el efecto de producir una aparente homogeneización en las personas a partir de una edad cronológica, fijada arbitrariamente, en base a los avances tecnológicos; los intereses patronales; e incluso del deseo que tengan los propios trabajadores, de conservar sus puestos de trabajo


En este sentido debemos plantearnos algunas cuestiones que nos harán comprender mejor el problema de la jubilación:
La jubilación va unida al concepto de vida laboral - periodo que la sociedad ha considerado que es el adecuado para trabajar- no teniendo nada que ver con la capacidad para trabajar. Por ello la jubilación afecta a una cantidad considerable de personas, muchas de ellas con posibilidades físicas y mentales para su normal funcionamiento en la vida activa, productiva.

La jubilación supone el pase de una etapa vital sin reintegración posterior a la sociedad en una categoría distinta y positiva lo que conduce a una situación personal que choca frontalmente con la teoría del rol que proclama la necesidad de que cada persona posea un esquema de aportaciones y responsabilidades en relación con la sociedad de la que forma parte y de lo que se deriva exigencias, satisfacciones, obligaciones y compensaciones.

La alteración de este esquema con la jubilación origina insatisfacción. El individuo debe buscar un nuevo equilibrio, un nuevo programa con el que encarnar su vida de jubilado.

El acto de la jubilación se produce en una sociedad en la que desde niños hemos sido adoctrinados en la ética del trabajo y en la que el empleo o actividad laboral confiere prestigio, dignidad y recursos económicos. Romper con el trabajo implica interrumpir un ritmo y una actividad que ha ocupado la mayor parte del tiempo, en la actualidad, aproximadamente, las 2/3 partes de la vida adulta de las personas, es decir, 40 años.
El trabajo es algo mas que una forma de ganarse la vida, y el momento de romper con el mundo laboral tiene connotaciones mucha mas amplias que el simple hecho de dejar de trabajar.
Curiosamente cuando en 1889 la legislación social de BISMARK, estableció la jubilación como un derecho, pocas personas llegaban a ella y menos todavía de tener la oportunidad de disfrutarla. Predominaban los trabajos rudos y la esperanza de vida era baja.

Hoy la jubilación es el cerrojazo burocrático a la vida activa y productiva. Acto frío, despersonalizado. Ayer eras joven, hoy viejo, vete a casa, ya no sirves. Navegar sin rumbo, vida sin sentido, sin ilusión, víctimas del tedio, del aburrimiento, ansiedad por el cambio de papel social y cambio de actividad, holgazanería obligada, se pierde la razón de la misma existencia. Es el síndrome del estorbo y de la soledad.

Por eso resulta un sarcasmo en muchas ocasiones decir que la jubilación viene de jubilo. El catedrático y latinista Antonio Fontan explica que la celebración israelita de los cincuenta años se conocía con el nombre de jubileo hebreo que procede del término yobel o cuerno de morueco con el que se convocaba la fiesta. Dicho termino pasa del griego al latín como jubilleaum. Y como por otra parte el verbo latino júbilo quiere decir dar gritos, y por ser esta una expresión rústica, se puede entender como dar gritos en el campo. De todo lo cual el profesor Fontan deduce, en etimología humorística que el jubilado es un señor al que le mandan al cuerno y se va por los campos dando gritos.

Pero ¿que se ha creído este viejo?. Que se vaya de una vez y que nos deje en paz. O más piadosamente: tú lo que tienes que hacer es irte a casa y darte a la buena vida.¡ hala, a pasear, a leer, a oír música, a jugar la partida, a ver televisión¡.
Sin embargo ante esta postura Bubakar Keita, Presidente de Mali escribió este hermoso mensaje: “en mi cultura se dice que un viejo que muere es una biblioteca que arde”..


La cantidad de tiempo libre varía a lo largo de la vida Durante la infancia y la adolescencia resulta muy amplia; se reduce al entrar en la población activa para volver a ampliarse en la jubilación como tiempo desocupado. Los relojes vitales del trabajador activos y del pasivo son muy diversos y los problemas surgen con el paso del trabajo a la jubilación debido a la gran cantidad de tiempo disponible con que se encuentra súbitamente el jubilado. Para el jubilado el tiempo de trabajo mas necesidades conectadas con el como el transporte, pasan a convertirse en tiempo desocupado y, si no existe una preparación para utilizarlo significativamente puede transformarse en amenaza mas que en liberación. Una adaptación del reloj personal de mas de un tercio del tiempo total – 8 horas – tiene que producir repercusiones individuales. Aparece aquí la paradoja del tiempo desocupado para las presentes generaciones de jubilados.

Cuando han sido trabajadores en activo, han tenido jornadas laborales prolongadas incluso con pluriempleo y por tanto con escaso tiempo libre; cuando llega a la jubilación el tiempo desocupado es excesivo y puede convertirse en un peso como en la etapa anterior lo fue el trabajo.

El perfil del jubilado en España viene caracterizado por su cese laboral a los 65 años; persona que ha trabajado por lo general toda su vida, sin apenas tiempo para el ocio, con escasas aficiones ajenas al trabajo.
Pero al llegar a los 65 años y tener que afrontar, no todos pero si la gran mayoría, la jubilación, aun queda mucha vida por delante: 17 años para los hombres y 20 para las mujeres.

No se niega que con el paso de los años empiezan a aparecer limitaciones, pero este problema afecta a una pequeña parte, menos del 10% y eso sucede cuando se han sobrepasado los 80 años. En consecuencia, al cumplir los 65 años se pueden hacer muchas cosas y seria un error apartar este colectivo y dejarlo aparcado, como si se tratase de un colectivo inservible.

Importante es resaltar por tanto, que la jubilación no llega por el desgaste físico de los mayores que obliga a la sociedad a separarlos del trabajo, sino por el contrario, la jubilación es la causa del deterioro social y moral de la persona mayor..
Deterioro social ya que por imperativo de la norma se impone a los mayores una situación de inactividad después de la vida laboral, que las hace perder todo papel propio que ejercer. Y sin un quehacer propio, se carece de toda función social.
Y también un deterioro moral ya que la suspensión de las propias actividades específicas implica un cese de responsabilidad ante los demás, y ello acarrea una pérdida de la propia identidad personal, hasta entonces vinculada con la asunción o ejercicio de responsabilidades familiares y profesionales. Y ante la pérdida de la propia identidad adulta, su hueco vacío es ocupado por la identidad colectiva pasiva que hoy se atribuye a las personas mayores, socialmente definida como etiqueta vergonzante

Todo hecho que origina nuevo estatus se acompaña de ritos en la comunidad que facilita la aceptación del nuevo rol. En las sociedades con estructura artesanal se festejaba el paso de aprendiz a oficial y de oficial a maestro con diferentes celebraciones. En las sociedades industriales la transición del estado de soltero al de casado, con el rito del matrimonio, y el de casado a viudo con los funerales y el duelo. Sin embargo la transición de trabajador activo a jubilado apenas se revista de ceremonial...entrega de obsequios, diplomas, comida de hermandad en algunas ocasiones no en todas. Además aunque reconocen los servicios del pasado no prestan ninguna atención al futuro estatuas del jubilado. La mayoría de los trabajadores se acostaban como miembros de la población activa y se despertaban como jubilados, por el hecho de cumplir sesenta y cinco años.

De lo dicho se deduce una serie de consecuencia aparecidas por el hecho de la jubilación:

La jubilación no es una ruptura con la actividad, sino con una determinada actividad: la productiva y pagada, programada y rutinaria.


Con la jubilación se toma conciencia de la avanzada edad, a pesar de que el estado fisiológico de la persona se mantenga integro. Se interioriza de pronto la categoría social en la que se ha entrado y se asume los valores culturales que les caracteriza
La jubilación no tiene contenido en si misma. Se produce con tal rapidez que lo que debiera ser un autentico proceso de resocializacion se convierte en un simple suceso, el paso de trabajador a jubilado, momento fatídico de la desvinculación.
A pesar de la estimación oficialmente positiva que tiene la jubilación en nuestra sociedad como presunto estado de ocio placentero indefinido; retribución a una labor continuada de toda la vida, con raíces etimológicas, en el termino jubilo, la realidad muestra que la jubilación puede ser una liberación o una frustración, dependiendo de los factores de vida laboral y social; y que la imagen de la jubilación es diferente según la buena salud, la autonomía económica, y apoyos sociales, bienes que a su vez dependen de la trayectoria profesional y cultural, es decir de la posición del sujeto en el espacio social.

Cabe pues señalar distintas actitudes ante la jubilación:
Los que han trabajado en algo penoso o que no les ha interesa lo más mínimo, la jubilación supone una liberación, siempre que se garantice un nivel de vida digno.
Para los que han trabajado por vocación, siendo su profesión un disfrute, la jubilación supone un trauma, aunque generalmente, los hombres que han alcanzado un nivel elevado de prestigio social o un alto nivel económico durante su periodo activo, lo mantienen después de jubilados.

En relación con las consideraciones anteriores, debemos destacar que para el directivo con recursos culturales suficientes, la jubilación puede ser una oportunidad para el ocio creador; y sin embargo para el trabajador manual puede ser la jubilación el final de una actividad absorbente y el ingreso en el grupo de pasivos para los que la vida carece de significado.

También, al margen de las actividades desarrollas en su vida laboral, muchos individuos viven la jubilación como el final de sus posibilidades de mantener un determinado estatus, ritmo de vida y relaciones sociales deseables, con imposibilidad de rehacerlo.

Otros, en fin, proyectan en la etapa de la jubilación, el poder dar satisfacción a intereses personales anteriormente no alcanzados.

Durante una entrevista realizada a jubilados, se pregunto sobre lo que echaban de menos o en falta a partir de su jubilación: unos no deseaban la jubilación; otros decían que les gusta trabajar; o que echaban mucho de menos el trabajo; o desde que deje de trabajar me aburro mucho, no se que hacer, es como si hubiese perdido la chispa. Muchos de los encuestados que ejercían en profesiones liberales estaban en total desacuerdo con la edad que marca la ley para la jubilación, ya que se sentían con plena capacidad laboral y con una experiencia útil para ser aplicada; les obligaba a perder una muy importante parte de su identidad social y no les reportaba ningún tipo de beneficio. Por el contrario los que trabajaban en profesiones manuales manifestaban tener que trabajar con frecuencia mas años de los que deseaban, ya que arrastran una fatiga crónica acumulada durante toda su vida, y con la jubilación son mas las ganancias recibidas que las perdidas psicológicas o económicas sufridas, aunque estas sean importantes.

Ha llegado la jubilación y ante esta nueva situación no existen reglas sobre que actividades pueden dar respuesta a sus necesidades de ocupación, responsabilidad y reconocimiento del estatus social. Cada persona sabe mejor que nadie que puede, quiere y debe hacer al jubilarse.


No obstante hay que resaltar diferentes estilos de vida de las personas mayores después de la jubilación según el mayor o menor grado de posesión de: bienes materiales – capital biológico y económico –; bienes sociales – relaciones sociales y tipos de experiencia profesional; y bienes culturales – nivel de instrucción –. Pasar de una actividad productiva a otra creadora y socialmente reconocida reflejada en un grupo minoritario ya que se exige una alta posesión de bienes materiales, sociales y culturales.

Pasar de una vida productiva a practicas consumistas o de ocio – viajes, excursiones, vacaciones – para lo que se exige la posesión de bienes materiales y económicos
Pasar de una actividad productiva al interés de conservar los roles familiares, con las dificultades que supone adaptase a las nuevas realidades del núcleo familiar. El disfrute de bienes materiales por parte de la persona mayor es imprescindible
El pasar de una actividad productiva a una situación de participación aceptando el lugar en que la sociedad les coloca, siendo consumidores o receptores pasivos de bienes de escasa referencia cultural, ofertados por la publicidad. Se manifiesta en personas mayores con cierto poder adquisitivo pero escasos recursos culturales;
De una actividad productiva a otra decadente, siendo la preocupación máxima el mantenimiento biológico y la supervivencia. Se manifiesta por un dinamismo espacial muy reducido – paseos rutinarios en arreas muy estrechas y a la misma hora; reducir su permanencia solo en el espacio domestico viviendo en un mundo cerrado, falto de relaciones sociales. Esta tipología responde a personas mayores carentes de todo tipo de bienes tanto materiales como sociales y culturales

Pero muchas cosas están cambiando en la jubilación:

Para el siglo XXI y vistas las nuevas realidades predominantes en el mundo contemporáneo se prevé un cambio en la consideración de la jubilación: de la visión económica – productiva a una visión psicosocial en la que, sin olvidar los aspectos económicos, se pase de un rol sin rol a un rol diferente que reconozca que aparte del rol laboral del trabajador activo pueden existir otros roles relevantes socialmente para el jubilado. Socialmente se ha considerado el rol del jubilado como un rol sin rol por no haberle reconocido la sociedad contemporánea un papel social como lo hacían muchas sociedades primitivas o medieval, donde el final de la actividad guerrera o artesanal no suponía la perdida del status social. Dichas sociedades eran mas eficaces en la utilización de los recursos humanos que las contemporáneas, ya que los mayores cuando dejaban una actividad, encontraban otra sustitutiva, relevante para ellos y útil para la comunidad. En épocas pretéritas los ancianos eran menos en número y su propia excepcionalidad les proporcionaba prestigio difícil de encontrar en la sociedades occidentales avanzadas, donde representan un quince por ciento de la población.

La solución a los problemas de los jubilados contemporáneos es que se les asigne responsabilidades, status y prestigio social, si no laboral. Para ello es necesario desmitificar la importancia del trabajo durante la vida activa y dignificar socialmente el descanso de los jubilados, afirmando la validez del ocio en sociedades que han idolatrado el trabajo, sus consecuencias económicas y su prestigio social. Hay que superar ciertos planteamientos mentales económicos que consideran a los jubilados como pasivos que detraen bienes y servicios de la economía sin aportar nada.

Aparece actualmente el tiempo desocupado constructivo, muy alejado del antiguo ocio consistente en no hacer nada o pasividad casi total. Consolidar el tiempo desocupado como actividad socialmente relevante. La consideración social de que el ocio puede ser una actividad tan valida como el trabajo productivo para los que, sin posibilidad de trabajar, lo han hecho durante décadas

La psicología afirma que los individuos se adaptan mejor a los cambios vitales si estos son progresivos y con el apoyo de información y educación. Este principio rige la incorporación del joven al trabajo, luego de diez o veinte años de educación. La preparación para el trabajo se dilata y alarga e incluso cuando se ha entrado en la población activa se proporciona oportunidades para el reciclaje profesional y se reconoce que cada etapa vital necesita una preparación especifica.

La racionalidad exhibida en la incorporación al trabajo se trueca en sorprendente sadismo cuando se trata del paso de la población activa a la pasiva. A la persona que va a jubilarse no se le proporciona otra información que la cuantía de las prestaciones económicas a recibir, en el mejor de los casos se formaliza su salida del trabajo con algún rito de paso como homenaje por parte de colegas, obsequios y buenas palabras. La mayoría de los trabajadores carecen de cualquier tipo de preparación especificas para la nueva etapa de jubilación. Hace falta preparación para la jubilación

Las generaciones presentes de jubilados no han tenido muchas oportunidades de interesarse por otras actividades pues la mayor parte de su tiempo era absorbido por el trabajo. Esta situación puede ser diferente para los futuros jubilados actualmente en la población activa que disponen de mayor tiempo libre y cuentan con hábitos para ocuparlo por lo que será mas fácil que los mantean cuando se jubilen.

Llegado este momento de la exposición debemos resaltar el modelo de envejecimiento activo o satisfactorio

Prejuicio, tu eres el problema y yo la solución. Si esta situación se da, las personas mayores serán menos receptoras, sujetos pasivos, abocados a la dependencia, perdida de autonomía, expropiados en sus respuestas. Por el contrario se ha de provocar en las personas mayores significados para vivir, convirtiendo el envejecimiento en una etapa activa, creativa y esperanzada. Toda persona lleva en su interior el deseo profundo de realizar algo que tenga sentido, encontrando valores que den explicación a sus existencia.

Por ello el envejecimiento debe ser el inicio de un nuevo proyecto. No es volver a empezar, pero si de vivir una nueva realidad, con nuevas posibilidades de crecimiento; con nuevas cosas con las que dar contenido a lo que se ha sido a lo largo de la vida, haciendo aquello que no se pudo hacer antes. La persona mayor no solo es alguien que recibe sino que también puede dar. Papel activo y protagonista, con iniciativa y decisión.


Llegar a persona mayor no es volver a la infancia o a la juventud pero si perfilar un modelo donde se atienda sus intereses participativos. Hay experiencia de vida previa, conocimientos, capacidad de aprendizaje y expectativas de futuro. No se trata de llenar un tiempo muerto y vacío sino continuar construyendo un proyecto de vida.
La prolongación de la esperanza de vida ha supuesto un problema inédito de gestión biográfica, ya que la vida estaba pensada hasta la fecha de la jubilación. De ahí la necesidad de dar solución al dilema, con la invención de nuevas edades o etapas vitales.

La resocializacion afecta a la vida de los mayores que tienen que dar respuesta a los rápidos cambios sociales. Por eso el proceso del envejecimiento no podemos considerarlo como una situación estable sino dinámica, atendiendo que la persona mayor puede asumir nuevos roles y patrones de conducta, rompiendo así los conceptos apriorísticos que se le atribuye al envejecimiento
Si la retirada del trabajo activo no es compensada por cualquier otra actividad sustitutoria, la opción de salida acarrea el riesgo añadido de caer en el ostracismo, en pasividad forzosa, que convierte al mayor cesante en un autentico objeto, incapaz de asumir responsabilidades y mantener vínculos sociales.

Plantear el tema de la actividad de los mayores parece un contrasentido. Aparentemente se oponen dos términos: mayor (jubilado) y actividad. Se ha identificado en nuestra sociedad, persona mayor e inactividad, y parece no tener cabida ni el mayor activo, ni la actividad del mayor. Parece como si ser mayor es alcanzar una especie de meta que conlleva, entre otros destinos, dejar de hacer cosas, no tener intereses por progresar, o estar la mayor parte del día desocupados. Esto es una barbaridad. Lo malo no es envejecer sino que te envejezcan.

La teoría de la actividad o del compromiso de las personas mayores, en la década de los sesenta y setenta parte de la hipótesis de que solo es feliz y se siente satisfecho aquella persona que es activa, que produce algún rendimiento, que es útil para los demás.

Actualmente esta teoría enfatiza que las actividades sociales juegan un rol de amortiguador para atenuar el trauma de la perdida de roles mas importantes. Promueven en el individuo que envejece la reconstrucción de su propia imagen que ha sido deteriorada por las mismas perdidas.

El activismo contiene una serie de directrices para que las personas mayores puedan ajustarse correctamente al proceso de su envejecimiento.

Y así las personas mayores:

Deben permanecer activas y comprometidas en el contexto donde se encuentran.
Ocupar su tiempo desocupado en nuevos roles, propios de su nueva situación o estado, evitando caer en la inadaptación y en la alienación.
Tener presente ideales en su existencia para llevarlos a la práctica en las nuevas condiciones impuestas por la edad avanzada.

Mantener en lo posible las relaciones sociales anteriores y en su defecto, sustituirlas. Prestar atención a la formación continua y perfeccionamiento humano y espiritual.
Y flexibilizar criterios con apertura a los nuevos tiempos, huyendo del conservadurismo, apatía e inercia.


Todo lo anterior refleja una imagen positiva del envejecimiento a través de:
La creatividad, la necesidad de actualizarse, valorando lo mejor de cada momento, de amar la vida, disfrutando de sus nuevas posibilidades a nuestro alcance como algo inherente a la condición de ser humano a lo largo de toda su existencia
La participación de forma activa y comprometida en multitud de organizaciones y proyectos solidarios, con la esperanza de conseguir un mundo mejor
La superación de los estereotipos consumistas y reconocer que la belleza y prestigio social están conectados con el desarrollo integral y coherente de la personalidad a lo largo de toda la vida.

La gerontocracia como valores ligados al envejecimiento: experiencia, la prudencia, la constancia, la sabiduría, la reflexión, la tradición...
En definitiva la teoría de la actividad tiene aspectos positivos: sentimiento de bienestar, sentirse útil, protección contra el aburrimiento, la soledad, la enfermedad, las interacciones sociales contribuyen a mejorar la imagen de uno mismo. Ideal para los grupos de edad de la jubilación.

Sin embargo la tesis de los mayores activos no quiere decir que la actividad productiva no tenga límites de edad. Claro que la tiene. Se quiere decir, simplemente, que una sociedad compleja y justa no lo es de forma completa si no reconoce el papel social de los mayores. El hecho de que hayan cumplido sus principales obligaciones laborales o genésicas no quiere decir que sean personas desechables. Lo malo no es envejecer sino “que te envejezcan”.

Se estará pensando, además, que la teoría del envejecimiento activo puede resultar demasiado ideal, por generalizar sobre el proceso del envejecimiento, y homogeneizar a las personas mayores, creándose una expectativa irreal al enfrentarse a limitaciones biológicas, y a las estructuras económicas, políticas y sociales de la sociedad, que a veces se inhiben y evitan que la gente se mantenga activa.

A pesar de todo lo expuesto, sigue siendo valida la relación empírica entre actividad y bienestar en las personas mayores, es decir entre el envejecimiento activo y el envejecimiento saludable: conexión vital entre actividad y salud.

Es cosa rara que esta sociedad se esfuerce por un lado en alargar la vida de la gente en las mejores condiciones físicas y mentales, y en hundirlas simultáneamente, en condición ciudadana inferior. Es como prepararla para una carrera en la que se le prohibe participar. En las bases del concurso para realizar el cartel de 1999, en cuanto Año Internacional de las Personas Mayores, se explicaba que de este modo se reclama la atención de la sociedad sobre los derechos de las personas mayores a la participación activa y la autorrealización, de modo que se aproveche su potencial . Pues bien, según aquellas bases, la edad de los concursantes no podía exceder de los 35 años


En cuanto al devenir social del envejecimiento hemos de indicar que no se puede afrontar el envejecimiento de la población mediante la búsqueda de soluciones inexistentes que lo hagan desaparecer, sino que son necesarios planteamientos innovadores de adaptación. Las personas mayores del futuro serán muy distintas a las de hoy, ya que el concepto de “envejecimiento” evoluciona en una sociedad que experimenta cambios en múltiples esferas de la vida; dispondrán de mejor salud, con una atención sanitaria universal; un buen nivel económico y sobre todo un mayor nivel cultural. Serán unos mayores mas informados, con mas opciones de ocio y tiempo libre diferente. Por el contrario a partir de los 75 u 80 años, los problemas de salud y la falta de autonomía afectaran a un grupo cada vez mas nutrido con la consiguiente demanda de servicios sociales y sanitarios.

Los nuevos mayores capaces de protagonizar la invención social de un nuevo perfil de envejecimiento será la generación nacida en la década de los años 60 del siglo XX plenamente escolarizada, que invento la cultura de la juventud en su momento, y la nueva cultura adulta, con el cambio al siglo XXI: y que cuando alcance el predominio político por razón de su superioridad numérica inventara la futura cultura del “nuevo envejecimiento”

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