lunes, 31 de mayo de 2010

LA VENTANA DEL MAYOR . (12)


LA JUBILACIÓN


El perfil del jubilado en España viene caracterizado por su cese laboral a los 65 años; persona que ha trabajado por lo general toda su vida, sin apenas tiempo para el ocio, con escasas aficiones ajenas al trabajo. Debemos plantearnos algunas cuestiones que nos harán comprender mejor el problema de la jubilación.
La jubilación va unida al concepto de vida laboral, periodo que la sociedad ha considerado que es el adecuado para trabajar. No tiene nada que ver con la capacidad para trabajar. Afecta a una cantidad considerable de personas, muchas de ellas con posibilidades físicas y mentales para su normal funcionamiento en la vida activa, productiva.
Supone el pase de una etapa vital sin reintegración posterior a la sociedad, en una categoría distinta y positiva, lo que conduce a una situación personal que choca frontalmente con la teoría del rol que proclama la necesidad de que: “cada persona tiene que poseer un esquema de aportaciones y responsabilidades en relación con la sociedad de la que forma parte y de lo que se deriva exigencias, satisfacciones, obligaciones y compensaciones”.
La alteración de este esquema, con la jubilación, origina insatisfacción. El individuo debe buscar un nuevo equilibrio, un nuevo programa con el que encarnar su vida de jubilado. El acto de la jubilación se produce en una sociedad en la que desde niños hemos sido adoctrinados en la ética del trabajo y en la que el empleo o actividad laboral confiere prestigio, dignidad y recursos económicos. Romper con el trabajo implica interrumpir un ritmo y una actividad que ha ocupado la mayor parte del tiempo, en la actualidad, aproximadamente, las 2/3 partes de la vida adulta de las personas, es decir, 40 años.

Hoy la jubilación es el cerrojazo burocrático a la vida activa y productiva. Acto frío, despersonalizado. Ayer eras joven, hoy viejo, vete a casa, ya no sirves. Navegar sin rumbo, vida sin sentido, sin ilusión, víctimas del tedio, del aburrimiento, ansiedad por el cambio de papel social y cambio de actividad, holgazanería obligada, se pierde la razón de la misma existencia. Es el síndrome del estorbo y de la soledad.

Pero ¿que se ha creído este viejo?. Que se vaya de una vez y que nos deje en paz. O más piadosamente: tú lo que tienes que hacer es irte a casa y darte a la buena vida. ¡hala, a pasear, a leer, a oír música, a jugar la partida, a ver televisión¡.

Cuando hemos sido trabajadores en activo, hemos tenido jornadas laborales prolongadas incluso con pluriempleo y por tanto con escaso tiempo libre; cuando llegamos a la jubilación, el tiempo desocupado es excesivo y puede convertirse en un peso, como en la etapa anterior lo fue el trabajo.

No se niega que con el paso de los años empiezan a aparecer limitaciones, pero este problema afecta a una pequeña parte, menos del 10% y eso sucede cuando se han sobrepasado los 80 años. En consecuencia, al cumplir los 65 años se pueden hacer muchas cosas y seria un error apartar este colectivo y dejarlo aparcado, como si se tratase de un colectivo inservible. Importante es resaltar por tanto, que la jubilación no llega por el desgaste físico de los mayores que obliga a la sociedad a separarlos del trabajo, sino por el contrario, la jubilación es la causa del deterioro social y moral de la persona mayor.

1º.- Deterioro social ya que por imperativo de la norma se impone a los mayores una situación de inactividad después de la vida laboral, que las hace perder todo papel propio que ejercer. Y sin un quehacer propio, se carece de toda función social.

2º Deterioro moral ya que la suspensión de las propias actividades específicas implica un cese de responsabilidad ante los demás. Acarrea una pérdida de la propia identidad personal, hasta entonces vinculada con la asunción o ejercicio de responsabilidades familiares y profesionales. Y ante la pérdida de la propia identidad adulta, su hueco vacío es ocupado por la identidad colectiva pasiva que hoy se atribuye a las personas mayores, socialmente definida como etiqueta vergonzante


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