martes, 28 de junio de 2011

LA VENTANA DEL MAYOR (66)

Crecer envejeciendo

El Diario Córdoba del 9 de Mayo de 2011 en la sección Temas del día publica un artículo con el titulo “Mucha vida por delante”. Comenzaba con una interrogante “¿Cuándo dejamos de ser adultos y empezamos a ser mayores?. Y continuaba “ser mayor es una cosa que no depende de la edad”. Cumplir años cada cual lo afronta a su manera”

No hay unanimidad de criterios para determinar cuando una persona se hace vieja. El sistema edadista es aquel que clasifica a las personas por su edad. En consecuencia la edad se transforma en un factor que asigna modos de comportamiento y valoraciones para cada etapa de la vida. Desde el punto de vista administrativo, la vejez viene dada por la edad de la jubilación. Aplica el criterio cronológico. Superada dicha edad el papel social del individuo se pierde o deja de ser lo que era. Tenemos la muerte social. Pero la edad cronológica no es un indicador exacto de los cambios que acompañan al envejecimiento. Lo esencial no es el mero transcurso del tiempo sino la calidad de tiempo transcurrido, Un segundo criterio, considera la entrada a la vejez en función del grado de deterioro, por los cambios anatómicos y bioquímicos que ocurren y por la limitación en la competencia conductual y en su capacidad de adaptación al medio. Pero es un error considerar que la vejez represente necesariamente “incapacidad”. Ambos criterios, el cronológico y el funcional coinciden en algunos aspectos. Es el crecimiento en años lo que hace que el organismo decline y consecuentemente se vea afectada la participación social del individuo.

Como podrán observar no hemos concretado, cuando realmente comienza la etapa de la vejez. Y ello es así porque sus causas son tan variadas, que no podemos fijar fecha cierta para entrar en ella. La vejez es una variable multifactorial. Es difícil de analizar ya que en ella influyen numerosos factores, aparte de la edad. Tenemos así: la “genética” – en un 25%;. el “ambiente” - la educación, los hábitos dietéticos y los hábitos sociales – en un 75%; la “generación y el cambio generacional” o lo que es lo mismo, el tiempo histórico o época en la que existe la persona. La sociedad cambia, establece los límites cronológicos que separan los grupos de edad y las valoraciones positivas y negativas por razón de pertenencia a esos grupos. Por tanto, quienes hoy son viejos experimentan la participación social de diferente manera a como la experimentarán los actuales jóvenes, ya que será otra la sociedad que dicte las pautas, normas y valorice la vejez. Señalar también que la disponibilidad de bienes materiales que se traduce en capital biológico y económico; de bienes sociales como las relaciones sociales y tipo de experiencia profesional; y de bienes culturales o lo que es lo mismo, el nivel de instrucción, condicionan de manera significativa la etapa de la vejez

Ante esta situación multifactorial la etapa de la vejez viene determinada por una serie de características. La primera de ellas, la heterogeneidad. Aunque a largo plazo todos estamos muertos, “llegamos al final de la vida por distintos caminos” tanto desde el punto de vista biológico como sociológico. Las personas de edad constituimos un grupo social muy diversificado, heterogéneo. ”Envejecer es un proceso de extraordinaria variabilidad interpersonal: podría decirse que hay tantas formas de envejecer como número de habitantes, en un determinado contexto de referencia”. La segunda de las características es la continuidad del proceso del envejecimiento. Una mejor adaptación a la vejez nos obliga preparar nuestro bienestar en la vejez antes de ser viejo. Si lo puede evitar no se haga viejo siendo pobre, ignorante o falto de redes sociales de apoyo. La vejez se ha de preparar desde la juventud para que sea la concretización exitosa de toda una trayectoria. La tercera de las características de la vejez es su capacidad para modificarse. El proceso del envejecimiento no es rígido sino dinámico y por lo tanto modificable. En la vejez se hace necesario sustituir las actividades perdidas por otras nuevas a través de un proceso de resocialización, integrándose en los valores de la sociedad contemporánea, sin renunciar totalmente a los propios.

jueves, 23 de junio de 2011

LA VENTANA DEL MAYOR (65)

La dignificación del tiempo en la vejez


En Opinión del Diario Córdoba del pasado 13 de Abril se publica un artículo que con el titulo EL GRITO hace una serie de reflexiones sobre la problemática social de nuestros días. En su contenido se recoge con especial referencia a las personas mayores lo siguiente: ”y no hablemos ya de la población mayor de 65 años a las que el sistema entretiene jugando a la petanca, haciendo excursiones en autocar o bailando pasodobles a las 6 de la tarde en los hogares para jubilados….”. Lo expuesto por el articulista nos ha orientado para que profundicemos en la situación descrita, escribiendo sobre la necesidad de dignificar el tiempo desocupado en la vejez

El individuo debe buscar un equilibrio, un nuevo programa con el que encarnar su vida de persona mayor. De ahí el significado de TIEMPO DESOCUPADO que constituye un potencial de tiempo para llenarlo de contenido no debiendo ser manipulado y dirigido por intereses mercantiles o políticos. Si no se llena de actividades que tengan significado para la persona mayor, puede ser una pesada carga sobre todo cuando la mayor parte de su tiempo anterior, ha estado absorbido por el trabajo sin la oportunidad de interesarse por otras actividades.

La selección de actividades concretas para el tiempo desocupado constituye un proceso individual según condicionantes personales y sociales, por lo que resulta difícil generalizar sobre tipos de actividades. Las actividades que se realizan de forma voluntaria, adquieren una gran importancia para las personas mayores. Y así las excursiones familiares o colectivas, visitas culturales, prácticas de algún tipo de deporte, dedicación a alguna causa social, organización de actividades del hogar o centro donde este adscrito, reparaciones en el domicilio, segunda residencia, ampliación de estudios etc. sustituyen a los elementos que componen la trama vital impuesta por las ocupaciones laborales, actividades claramente instrumentales. La política del Gobierno se basa en criterios técnicos del ocio y en supuestas preferencias de las personas mayores. El problema se plantea respecto al bienestar de los que no participan, porque no pueden o porque no quieren, y hasta que punto los organismos públicos o privados deben propiciar su participación con sus medios.

¿Deben las actividades de las personas mayores integrarse con otras edades en su tiempo desocupado para conseguir un trato normalizado con el resto de la población, o debe proporcionarse actividades segregadas para ofrecer una mayor calidad y especialización de los servicios?. En general cuanto más integrado sea el ocio de las personas mayores en su tiempo desocupado, su status será más normal en la sociedad, y su rol menos diferenciado. Por tanto, la reunión de sujetos con características, edades y ritmos vitales semejantes es beneficiosa. Las modas que influyen en una generación durante su juventud pueden mantenerse durante la madurez y llegar hasta edades avanzadas afectando a la conducta de las futuras personas mayores. Por ejemplo, el baile de salón interesa a numerosas perdonas mayores actuales pues en su juventud disfrutaron de este tipo de ocio, mientras que los jóvenes actuales tienen otros estímulos, como la forma física, la gimnasia, el deporte, la informática etc. que posiblemente mantendrán hasta llegar a persona mayor.

Las personas mayores deben, prepararse para reorganizar su vida descubriendo actividades e instituciones anteriormente ignoradas. Sin embargo la mayoría se enfrentan en solitario o lo que resulta peor, mal aconsejados en una transición que afectara al sujeto hasta la muerte. La preparación con programas que introducen un esquema lógico de posibles problemas con los que se van a enfrentar, ofreciendo técnicas para superarlos, debe preocuparse de áreas tales como: la economía, la salud, los derechos, equilibrio personal, actividades diversas, relaciones sociales...

martes, 14 de junio de 2011

LA VENTANA DEL MAYOR (64)

Depresión en las personas mayores (II)

Insistiendo en el tema de la depresión en las personas mayores a continuación vamos a poner de relieve algunas recomendaciones sobre lo que debe y lo que no debe hacer Vd. cuando se encuentre deprimido:

Pida ayuda. No considere normal sentirse deprimido por el simple hecho de ser mayor. Intente salir. Acepte los ofrecimientos de sus vecinos, amigos o familiares. Pero quedarse en casa hará que esté continuamente dándole vuelta a las cosas en su cabeza, cosa que no sólo no le ayudará sino que le hará sentirse más indefenso. También, si no sale y se mueve, podrán agravarse sus problemas de rigidez articular o de tobillos hinchados, haciendo más difícil el caminar. Procure alimentarse adecuadamente.

Las personas con depresión con frecuencia se alimentan incorrectamente y pierden peso, lo cual puede hacer que estén bajos de minerales y de vitaminas. Los cuerpos ancianos no se recuperan tan bien como los jóvenes. Evite el comer a base de chocolates y galletas. Recuérdese a sí mismo que usted tiene una enfermedad y que ésta tiene tratamiento, la gran mayoría de las personas en su situación mejoran. Hable, cuéntele a alguien como se siente, incluso si se siente tan hundido como si todo acabara. Comparta sus sentimientos con los demás, de no hacerlo estará todo el día rumiando las mismas preocupaciones inútilmente. Hablar ayuda. No intente beber alcohol para ahogar sus penas. El alcohol realmente empeorará su depresión, además de que puede interaccionar negativamente con el tratamiento que esté tomando. No se angustie por no dormir adecuadamente.
Esto es un síntoma de la depresión y desaparecerá según esta vaya mejorando. Preocuparse sobre no dormir es la mejor forma de asegurarse el no poder dormir. No cambie el número de pastillas que toma, ni deje de tomarlas o intente otros remedios. Si cree que está experimentando efectos secundarios del tratamiento, hágaselo saber a su médico de cabecera. No piense que la depresión conduce a la senilidad o demencia; no lo hace.


Vamos a señalar finalmente algunas orientaciones a los amigos o los familiares de la forma de actuar sobre una persona mayor deprimida. Anímele amablemente a aceptar ayuda. Explíquele que la depresión es bastante frecuente y que se cura en la mayoría de los pacientes que aceptan ayuda. Sea claro respecto de que no es una forma de locura, o sobre que acudir a un psiquiatra no constituye una mancha para la familia. Acepte que las personas mayores con depresión se cansan fácilmente. Con frecuencia es suficiente el que muestre su preocupación estando allí o haciendo algo práctico. No les fuerce a hablar. No les acose para que hagan cosas.

Las personas mayores con depresión con frecuencia se aíslan de los demás y aunque el salir y el llevar a cabo ejercicio ligero ayuda, el acosarles puede ser contraproducente. Sea paciente, las personas mayores pueden preguntar constantemente, pidiendo que se les tranquilice ya que están convencidos de que se encuentran físicamente mal. Esto es porque ellos no comprenden que les está sucediendo y se sienten asustados.
Tranquilíceles todo lo que pueda y sea un buen oyente. Especialmente, tranquilíceles de que no se volverán seniles o dementes.

Las personas que han tenido depresión no poseen mayor riesgo de desarrollar demencia que las que no. Por último, ayúdeles a comer y beber adecuadamente. No crea que por intentar comprobar si el paciente ha tenido ideas suicidas usted puede animarle o inducirle a que se suicide. Esto es un mito. Los pensamientos suicidas son un signo seguro de que se precisa ayuda especializada, y muchas personas deprimidas sienten alivio al contárselo a alguien. Si se siente agotado pida ayuda.
Finalmente, evite tomar decisiones sobre donde debe vivir alguien que conoce y que está deprimido.

miércoles, 8 de junio de 2011

LA VENTANA DEL MAYOR (63)

Depresión en las personas mayores (I)

En este sentido vamos a difundir algunas consideraciones que sobre este tema ha llevado a cabo la administración de la sanidad pública.
Todos nos sentimos tristes en alguna ocasión. Pero cuando nos hacemos mayores, las razones para llegar a estar deprimidos son tan frecuentes que se suele pensar que es normal que el mayor se sienta deprimido. Y ello porque hemos dejado de trabajar; probablemente porque disponemos de menos dinero; quizás porque sentimos molestias o dolores de la artrosis o de otros problemas físicos; o porque hemos perdido a nuestra pareja o a alguien cercano.

Como síntomas más frecuentes de la depresión podemos señalar: Un sentimiento de tristeza o desánimo más intenso que lo normal. Una pérdida de interés en la vida y una incapacidad para disfrutar de las cosas que generalmente dan placer o satisfacción.

Una sensación de fatiga o cansancio a pesar de una escasa actividad que hace que la tarea más simple suponga un gran esfuerzo. Una pérdida de apetito acompañada de pérdida de peso. Una sensación interna de inquietud que hace difícil el descansar, con dificultad para dormir o incapacidad para reconciliar el sueño. Un deseo de aislarse de la gente, una sensación de irritabilidad y mal humor.

Ausencia de confianza en sí mismo, inutilidad o una carga para los demás. Sentimientos de maldad o de culpa, quizás exagerando incidentes del pasado, reaccionando de forma desproporcionado. Pensamientos suicidas, en ocasiones tan intensos que la persona deprimida puede decidir querer morir.


La depresión con frecuencia precisa de ayuda profesional. Pero, ¿cómo sabe usted cuando es el momento de solicitar esa ayuda y cómo debería hacerlo?. Las personas mayores con frecuencia son reservados a la hora de solicitar ayuda.

Probablemente esto es una herencia de los días en que sólo las enfermedades físicas graves eran consideradas una razón justificada para llamar al médico. Actualmente, los médicos de cabecera son bastante utilizados para resolver problemas emocionales y casi todos ellos disponen de la formación precisa.


El momento para pedir ayuda es cuando la depresión se hace más grave o intensa, cuando ya lleva varias semanas de evolución, cuando usted ya no puede funcionar adecuadamente lo cual da lugar a que desee estar aislado, solo, sea incapaz de soportar la compañía de otros a su alrededor, o simplemente cuando ya no sea capaz de disfrutar con las cosas que antes le producían placer, o bien cuando la tristeza es tan intensa que le parece que la vida no merece la pena.

Con frecuencia, son los amigos o la familia quienes se dan cuenta del cambio más que nosotros mismos. No se resista, acepte los signos que otros han percibido y prepárese para visitar a su médico de cabecera o, si no puede desplazarse a su Centro de Salud, solicite una visita domiciliaria de su médico. No es un signo de debilidad el solicitar ayuda

miércoles, 1 de junio de 2011

LA VENTANA DEL MAYOR (62)

LOS COMPROMISOS DE LA DEMOCRATIZACIÓN DEL ENVEJECIMIENTO


El pasado mes de febrero se recoge la noticia en el Diario Córdoba de la implicación de 70 personas mayores de un Centro de Día en el cuidado de su salud, asistiendo a unas jornadas sobre envejecimiento activo y salud mental organizadas por un Centro de Salud. Esta iniciativa sugiere nuestra atención escribiendo sobre un tema que lo titulamos “Los compromisos de la democratización del envejecimiento”

El ser humano siempre ha envejecido. Envejecemos desde el mismo momento en que nacemos. Pero la vejez no ha sido para el hombre un estado al que se accediera de forma generalizada. Es por ello por lo que desde el último tercio del siglo XX, se viene trabajando en pro del cambio de paradigma en materia de envejecimiento que se consolido en la 2ª Asamblea Mundial sobre Envejecimiento celebrada en Madrid en 2002. Este nuevo paradigma, positivo, lo encarna la realidad que encierra el concepto envejecimiento activo, que pretende provocar un doble efecto: por un lado, cambiar la imagen que la sociedad tiene sobre la vejez; y por otro, conseguir que el logro que ha supuesto para la humanidad llegar a estos parámetros del envejecimiento se pueda consolidar de una forma sostenible.

En la sociedad actual, la vejez ha dejado de ser un estado para pasar a ser un proceso dinámico dentro del concepto de ciclo vital de cada ser humano, tomando significados nuevos. Se comienza a percibir de otra manera quizás por esa democratización del envejecimiento que no es otra cosa que generalizar la posibilidad de que todos podamos llegar a ser personas mayores. El concepto de discapacidad o dependencia ha heredado, en gran parte, el significante que antes poseía la vejez.

Quienes piensen que el envejecimiento activo es una cuestión exclusiva de las personas mayores es como aquél que considera que la definición de la sanidad es solo para las personas enfermas. No es así, es preferible participar en la definición del modelo para que cuando nos afecte, seamos capaces de aceptarlo y asimilarlo

La Organización Mundial de la Salud (OMS), define el envejecimiento activo como “el proceso por el que se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez”. Para ello se ha de tener presente una serie de principios fundamentales: ampliar la esperanza de vida saludable, tomando medidas para prevenir y reducir la discapacidad, dependencia, enfermedades crónicas y mortalidad prematura; hacer posible el desarrollo de actividades que incluyan a todas las generaciones para que también los jóvenes se conciencien del hecho de que están envejeciendo continuamente; promocionar oportunidades de educación y formación a lo largo de la vida; reconocer y permitir la participación de las personas en las actividades de desarrollo económico, el trabajo formal e informal y las actividades del voluntariado a medida que envejecen, de acuerdo con sus necesidades, preferencias y capacidades individuales; asegurar la protección, la seguridad y la dignidad de las personas mayores, abordado los derechos y las necesidades de seguridad social, financiera y física; alentar a las personas mayores a participar plenamente en la vida de la comunidad familiar a medida que envejecen. En definitiva, el envejecimiento activo descansa en tres pilares fundamentales: salud, participación y seguridad a los cuales habría que incorporar, sin duda, la intergeneracionalidad. Y todo ello en un marco donde influye una variedad de factores determinantes de índole económicos, sociales, personales, conductuales, entornos físicos, sanidad, servicios sociales adecuados, cultura, y sexo.

Es un error fundamental considerar al envejecimiento activo solo como una propuesta institucional y normativa, impuesta de manera unilateral, de arriba abajo. Hasta ahora han predominado las intervenciones de expertos y especialistas en diversas ponencias, mesas redondas, foros, asambleas y conferencias mundiales, encuentros, jornadas, Libro Blanco sobre el Envejecimiento Activo en Andalucía - Junio 2010 - , Declaración del año 2012 como Año internacional del Envejecimiento Activo etc. Discursos desde arriba, que no permiten escuchar la voz de los verdaderos protagonistas, olvidando que el envejecimiento activo debe ser una nueva cultura reformulada con el esfuerzo de todos los actores implicados. Un envejecimiento activo orientado tanto por las ofertas como por las demandas de la población, para que las personas mayores sean más competentes.

Se impone pues la difusión del paradigma del envejecimiento activo, haciendo llegar sus principios tanto a la juventud como a los mayores, en acciones de mentalización. Pero para ello los sistemas públicos de protección social, en especial los de sanidad, seguridad social y servicios sociales, tendrán que ser notablemente acrecentados, lo cual supone la necesidad de mayor financiación, o cambio de modelo o, en definitiva, una adecuación a los nuevos tiempos que, debe ser previsto ya desde ahora. Ello hará posible asumir los postulados derivados del envejecimiento activo como un compromiso ciudadano que generará oportunidades, bienestar, riqueza y empleo. Vivir seguro, contando con los apoyos sociales, jurídicos y sanitarios, caso de necesitarse. Vivir con salud, disponiendo de recursos que le permitan desenvolver una vida saludable. Vivir sintiéndose reconocido respetado y requerido por la sociedad. Vivir formándose y educándose a lo largo de toda la vida.