domingo, 9 de marzo de 2014

LA VENTANA DEL MAYOR (169)

EL “CATECISMO” DEL MAYOR  (II de III)

     Uno de los mayores enemigos con que cuenta la vejez son la cantidad de mitos y prejuicios a los que se ve sometida. 


      De todos ellos señalaremos algunos sobradamente conocidos como:

1.- La idea de que la edad de la jubilación, hacia los sesenta y cinco años, es la edad de entrada en la vejez, 


2.- Considerar que el anciano pierde sus capacidades intelectuales y psíquicas a partir de una cierta edad, asemejándolo a la niñez, pero sin futuro y sin esperanza de recuperación lo que presenta un panorama bastante deprimente a su vez. 

3.-  Equiparan vejez con enfermedad de forma inmediata. 

4.- Con persona improductiva y por tanto parásito social, lo que supone olvidar que ellos antes han contribuido a generar la riqueza económica y social. 

5.-También está muy extendido el hecho de considerar que la ancianidad no puede presentar un rostro y un cuerpo bellos con las marcas que el tiempo ha dejado en ellos, pues eso sólo se supone en los cuerpos jóvenes y atléticos, lo que a su vez conlleva un estrés constante por mantenerse con apariencia juvenil, olvidando la belleza que emerge de la serenidad y una presencia que no trata de ocultar lo vivido, asimilado y aprendido. 

6.- Y desde luego si hay un mito realmente dañino es la consideración de los ancianos como un todo por igual, dejando a un lado las particularidades que surgen de los individuos. 

Todo ello, lleva a que entre los mismos ancianos encontremos muchos que niegan haber entrado en esa etapa de su vida y menos aún que se les compare con lo que ellos llaman viejos. 

En el fondo, estos prejuicios negativas hacia la ancianidad conlleva un fondo de violencia social hacia el colectivo, si bien desgraciadamente la violencia a que muchos ancianos son sometidos no se queda ahí. Como bien reconoce la Declaración de Hong Kong (1989) de la Asociación Mundial de Médicos, el maltrato al anciano puede ser tanto físico como psicológico, financiero, maltrato médico o autoabandono, a lo que nosotros añadimos el social e institucional ( continuará).

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