lunes, 24 de noviembre de 2014

LA VENTANA DEL MAYOR (199)

EDAD Y BIENESTAR

No existen dos personas que tengan ni disfruten de las mismas posibilidades en su vida, por haber recibido una dotación genética, por  suerte o por herencia, ni que se creen las mismas situaciones como consecuencia de las decisiones tomadas. Tampoco, los valores, las actitudes, los intereses, permanecen estáticos a lo largo de toda la existencia, sino que unos pueden desaparecer y surgir otros nuevos. Por ello la expresión “calidad de vida” tiene que abrir espacios de reflexión permanente, desde el punto de vista científico,  ideológico y ético, de la salud y de la calidad de los contextos familiares y sociales, así como de las políticas de gestión de la vejez.

       



           La relación entre edad y bienestar ha sido un tema principal de investigación en Gerontología Social. El envejecer bien, se considera como una situación que se define en base a varios criterios: la percepción del éxito personal, reflejado en el grado de satisfacción con  logro de metas relevantes, personales, sociales y materiales; y la felicidad, como equilibrio positivo entre experiencias buenas y malas de la vida cotidiana. La felicidad es una aspiración. La sociedad es consumista y el individuo es consumidor insaciable y por tanto infeliz. La felicidad es un estado efímero, un instante, algo  pasajero, se proyecta en un futuro inalcanzable, utopía. Solo existe la esperanza de felicidad. La mayor o menor distancia  respecto a la felicidad se mide por la separación entre las aspiraciones, y no todos le pedimos las mismas cosas a la vida,  y las realizaciones. El sentimiento de felicidad puede ser alto porque no aspiremos demasiado de la vida. Es la caída en el realismo, que se produce con los años.   La satisfacción y felicidad no están perfectamente correlacionadas. Una persona puede estar  satisfecha por los logros, pero se infeliz afectivamente, o ser feliz pero insatisfecho. La satisfacción se identifica con grandes dimensiones de la vida, que contribuyen acumulativamente al sentido de calidad de vida de cada uno, ofreciendo una visión dinámica del bienestar humano.


          En definitiva el concepto de calidad de vida atiende a un sentimiento de bienestar psicofísico y socio económico, que es evaluado por factores personales (salud, satisfacción con la vida, independencia...), y medioambientales (redes de apoyo, servicios sociales, etc.). Se entremezclan la salud y el bienestar social. Hablar de calidad de vida, es hablar de información, para tener conciencia de su propio futuro; movilizarse, para comprometerse en la solución de problemas; organizarse para defender intereses colectivos; acceder a la cultura, como autorealización personal y capacidad para participar como agente de transformación. De todo lo expuesto podemos indicar, que para evaluar la calidad de vida, debemos recurrir a la  valoración objetiva y subjetiva,  dando entrada a los valores y aspiraciones de las persona mayores.

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