domingo, 26 de abril de 2015

LA VENTANA DEL MAYOR (215)

Gestión de la edad



La edad de jubilación a los 65 años se estableció en la Seguridad Social en 1919, al implantarse el Retiro Obrero Obligatorio, cuando la esperanza de vida al nacer en España era de 41,5 años, siendo muy baja  la probabilidad de llegar a los 65 años en unas condiciones bio-psico-sociales como en la actualidad. Sin embargo, esa edad de jubilación sigue estando casi inalterada cuando ahora la esperanza de vida al nacer está en 79,38 años para los hombres y en 85,13 años para las mujeres. La mortalidad ha descendido considerablemente en las personas mayores de 65 años. Tomando como referencia los años 1990 y 2012, la tasa de mortalidad (número de defunciones por 1.000 habitantes) ha pasado, para las personas de 65 años, de 14,28 a 8,43; para las personas de 75 años, de38,08 a 23,52; para las personas de 85 años, de 120,63 a 83,53; para las personas de 95 años, de 303,03 a 264,48; para las personas de 100 años o más, de 368,23 a 355,95 (INE, Tasas de mortalidad por edad y sexo, Indicadores Demográficos Básicos). Como señalan los gerontólogos, el envejecimiento se ha retrasado considerablemente respecto a la forma como ocurría en décadas anteriores. 


Los propios mayores son conscientes de esta prolongación de la edad. No es lo mismo sobrevivir 5 o 10 años a la jubilación que hacerlo 25 o 30 años. Las investigaciones realizadas demuestran que, de la misma manera que se ha extendido la juventud hasta los 30 o 35 años, debido a la prolongación del período de educación y formación, también se ha retrasado la ancianidad hasta los 75 o 80 años con buena salud física y mental para la mayor parte de las personas. Así lo pone de manifiesto el aumento de la esperanza media de vida con buena salud a los 65 años. 


Siendo cierto que una parte de las personas mayores desea adelantar la fecha de su jubilación, no es menos cierto que una proporción cada vez mayor desea retrasarla, o pasar por estadios intermedios de reducción de jornada. La jubilación fue un derecho conquistado por los trabajadores, y ese derecho se ha convertido ahora en una obligación como si fuese una “fecha de caducidad”. Sin  embargo cada sector ocupacional, cada persona, es única y diferente, y por tanto lo racional es que, cuando los ciudadanos han adquirido muchos otros derechos (a elegir lo que consumen, a elegir a sus representantes políticos, a decidir el número de hijos que quieren tener y cuándo tenerlos, al divorcio, al aborto en ciertas condiciones, a la orientación sexual, al cambio de sexo, etc.), no se reconozca el derecho a permanecer en activo en una ocupación si se mantiene la capacidad fisica y mental para hacerlo.


En otras palabras, los mayores piden y pedirán cada vez en mayor proporción que la jubilación sea voluntaria, y que la pensión de jubilación sea proporcional a las cantidades cotizadas a la Seguridad Social. Se entiende que la prolongación de la vida activa es algo necesario y deseable. Bajo esa perspectiva, el objetivo de retrasar la edad efectiva de jubilación exige promover un nuevo marco legal basado más en la flexibilidad, la gradualidad y el mantenimiento de estímulos a la prolongación de la vida laboral. En este sentido se ha pronunciado la reforma llevada a cabo por el Real Decreto-ley 5/2013, de 15 de marzo, de medidas para favorecer la continuidad de la vida laboral de los trabajadores de mayor edad y promover el envejecimiento activo. 

domingo, 19 de abril de 2015

LA VENTANA DEL MAYOR (214)

ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD – OMS
Datos interesantes acerca del   envejecimiento



La población mundial está envejeciendo a pasos acelerados. Entre 2000 y 2050, la proporción de los habitantes del planeta mayores de 60 años se duplicará, pasando del 11% al 22%. En números absolutos, este grupo de edad pasará de 605 millones a 2000 millones en el transcurso de medio siglo. 
El cambio demográfico será más rápido e intenso en los países de ingresos bajos y medianos. Por ejemplo, tuvieron que trascurrir 100 años para que en Francia el grupo de habitantes de 65 años o más se duplicara de un 7% a un 14%. Por el contrario, en países como el Brasil y China esa duplicación ocurrirá en menos de 25 años.


Habrá en el mundo más personas octogenarias y nonagenarias que nunca antes. Por ejemplo, entre 2000 y 2050 la cantidad de personas de 80 años o más aumentará casi cuatro veces hasta alcanzar los 395 millones. Es un acontecimiento sin precedentes en la historia que la mayoría de las personas de edad madura e incluso mayores tengan unos padres vivos, como ya ocurre en nuestros días. Ello significa que una cantidad mayor de los niños conocerán a sus abuelos e incluso sus bisabuelos, en especial sus bisabuelas. En efecto, las mujeres viven por término medio entre 6 y 8 años más que los hombres.
El hecho de que podamos envejecer bien depende de muchos factores. La capacidad funcional de una persona aumenta en los primeros años de la vida, alcanza la cúspide al comienzo de la edad adulta y, naturalmente, a partir de entonces empieza a declinar. El ritmo del descenso está determinado, al menos en parte, por nuestro comportamiento y las cosas a las que nos exponemos a lo largo de la vida. Entre ellas cabe mencionar lo que comemos, la actividad física que desplegamos y nuestra exposición a riesgos como el hábito de fumar, el consumo nocivo de alcohol o la exposición a sustancias tóxicas.


Incluso en los países pobres, la mayoría de las personas de edad mueren de enfermedades no transmisibles. Incluso en los países pobres, la mayoría de las personas de edad mueren de enfermedades no transmisibles, como las cardiopatías, el cáncer y la diabetes, en vez de infecciones y parasitosis. Además, es frecuente que las personas mayores padezcan varios problemas de salud al mismo tiempo, como diabetes y cardiopatías.


En todo el mundo, muchas personas de edad avanzada están en riesgo de ser maltratadas.  En los países desarrollados, entre un 4% y un 6% de las personas mayores han sufrido alguna forma de maltrato en casa. 

 En los centros asistenciales como los asilos, se cometen actos abusivos como maniatar a los pacientes, atentar contra su dignidad (por ejemplo, al no cambiarles la ropa sucia) y negarles premeditadamente una buena asistencia (como permitir que se les formen úlceras por presión). El maltrato de los ancianos puede ocasionar daños físicos graves y consecuencias psíquicas de larga duración. 

La necesidad de asistencia a largo plazo está aumentando. Se pronostica que de aquí al año 2050 la cantidad de ancianos que no pueden valerse por sí mismos se multiplicará por cuatro en los países en desarrollo. Muchos ancianos de edad muy avanzada pierden la capacidad de vivir independientemente porque padecen limitaciones de la movilidad, fragilidad u otros problemas físicos o mentales. Muchos necesitan alguna forma de asistencia a largo plazo, que puede consistir en cuidados domiciliarios o comunitarios y ayuda para la vida cotidiana, reclusión en asilos y estadías prolongadas en hospitales. 
A medida que las personas vivan más tiempo, en todo el mundo se producirá un aumento espectacular de la cantidad de casos de demencia, como la enfermedad de Alzheimer.  El riesgo de padecer demencia aumenta netamente con la edad y se calcula que entre un 25% y un 30% de las personas de 85 años o más padecen cierto grado de deterioro cognoscitivo. En los países de ingresos bajos y medianos los ancianos aquejados de demencia por lo general no tienen acceso a la atención asequible a largo plazo que su afección puede requerir. Muchas veces, la familia no recibe ayuda gubernamental para ayudar a cuidar de estos pacientes en casa.


En las emergencias, las personas mayores pueden ser especialmente vulnerables.  Cuando las comunidades son desplazadas por desastres naturales o conflictos armados, puede ocurrir que los ancianos sean incapaces de huir o de viajar grandes distancias, por lo cual se los abandona. Por el contrario, en muchas situaciones estas personas pueden ser un recurso valioso para sus comunidades y en la prestación de la ayuda humanitaria cuando se involucran como líderes comunitarios. 

lunes, 13 de abril de 2015

LA VENTANA DEL MAYOR (213)


PERSONAS MAYORES Y SERVICIOS SOCIOSANITARIOS

El envejecimiento progresivo de la población española ya no es noticia. Las previsiones para el año 2016 hablan de una sociedad con cerca de 9 millones de personas mayores de 65 años (un 18,5% de la población total) con un incremento notable del grupo que tendrá 80 o más años (6,1% de la población). Se considera que un 15-20% de la población mayor de 65 años son  personas mayores frágiles que precisan una atención específica para los múltiples problemas que presentan, y que para ese año 2016 existirán en España 2.300.000 personas mayores con algún grado de discapacidad para realizar las actividades de la vida diaria. Resulta fácil deducir que la asistencia de las personas mayores de una forma digna y eficiente es uno de los más importantes retos que tiene que afrontar nuestra sociedad, tomando conciencia de la situación y haciendo un notable esfuerzo en la distribución de recursos destinados a este fin. Para los profesionales que trabajan con personas mayores, no solo debe suponer un reto, sino una oportunidad para reflexionar sobre cómo se realiza ésta asistencia, qué se puede mejorar y qué fines deben orientarla.

La persona mayor se ha convertido en el usuario básico de los servicios sociosanitarios y su presencia en los mismos tendrá cada vez más peso, por lo que una amplia mayoría de los profesionales que trabajan en este ámbito tendrán que  asumir que la mayor parte de su tiempo de trabajo estará dedicado a atender personas mayores. Y decimos asumir porque, según refieren los propios profesionales, al trabajo con personas mayores se llega en muchas ocasiones por azar o por la oferta del mercado laboral, y también frecuentemente, con escasa formación específica sobre el proceso de envejecimiento y la atención a los mayores y sin la motivación profesional deseable (IMSERSO, 2004). Seguramente este hecho tenga que ver con que los profesionales vivan inmersos en una sociedad en la que existe una valoración negativa de las personas mayores que influye en su propia percepción. Pero además, los profesionales manifiestan que el trabajo con personas mayores es duro, tanto desde el punto de vista físico como psicológico, y tienen la sensación de que está peor considerado profesional y socialmente que el trabajo con los más jóvenes.

Hablamos de profesiones en contacto habitual con la fragilidad, la dependencia o la muerte. Hablamos de profesiones de ayuda que conllevan exigencias técnicas, pero además un compromiso ético superior al de otras actividades, precisamente por trabajar con la vulnerabilidad del ser humano. Ayudar desgasta, y se requiere una reflexión social e institucional que impulse actuaciones destinadas a cuidar de sus cuidadores y que permitan cambiar la percepción del trabajo con los mayores: una distribución del trabajo más equitativa, cupos de pacientes ajustados por la edad, mejores salarios, mayor especificidad en las funciones, etc.  Pero seguramente, aún en el supuesto de que se realicen estas mejoras, no desaparecerá la amenaza del desgaste profesional. Va a ser necesario que los profesionales se paren a pensar sobre lo que hacen diariamente, recuperen hábitos muchas veces olvidados e impulsen una formación que no trate únicamente los “hechos” sino que recoja también los “valores” y capacite al profesional para el manejo de los conflictos morales. Se trata de introducir en su actividad la reflexión sobre valores como el respeto a la autonomía de las personas mayores, su derecho a una asistencia sin discriminaciones, la obligación moral de proteger a los más débiles, etc, y la utilización de un método que facilite a los profesionales la toma de decisiones cuando se enfrentan a problemas éticos que les generan incertidumbre y angustia. Y todo ello desde la convicción de que un adecuado manejo de los valores, no sólo les ayudará a mejorar la calidad de su práctica profesional, sino también a aumentar su satisfacción personal en el trabajo y a evitar el desgaste (Gracia, 2004).

Terminamos poniendo de relieve que nos encontramos ante una sociedad que cada día envejece más y necesita profesionales formados y dispuestos a cuidarla. Las profesiones de ayuda tendrán que dar un paso al frente, pues la fragilidad y la vulnerabilidad aumentan las obligaciones morales de aquellos que han elegido estas profesiones. Los valores están siempre presentes en nuestra actividad diaria, pero a veces nos resulta difícil ser conscientes de su presencia y ponerles nombre. La rutina es mala compañera para identificarlos. Reflexionar sobre nuestros prejuicios y nuestras actitudes cotidianas nos puede ayudar a tenerlos presentes y a cambiar algunos hábitos que, a veces, nos impiden encontrar sentido a lo que hacemos. Las personas mayores nos están pidiendo que les cuidemos. Quizás si nos atrevemos a sentarnos a su lado y a escucharles, descubramos personas agradecidas, deseosas de compartir sus experiencias y sus sentimientos, y llegaremos a la conclusión de que trabajar con personas mayores puede ser, de hecho lo es, gratificante

lunes, 6 de abril de 2015

LA VENTANA DEL MAYOR (212)

PERSONAS MAYORES Y SEGURIDAD ECONÓMICA

Desde la infancia, todos hemos aprendido que no hay que abrir la puerta de casa a personas desconocidas y mucho menos permitirles el acceso a la vivienda. Esta premisa sigue siendo de vital importancia cuando se trata de personas mayores, por su especial vulnerabilidad, pero no es suficiente para estar a salvo de situaciones de riesgo, ya que si recibe una llamada de teléfono ofreciéndole determinados servicios o una carta diciéndole que ha sido afortunado con un premio, puede ser víctima de una estafa, engaño o fraude sin abrir la puerta. No se trata de inquietar innecesariamente a las personas mayores, ni de crear ideas alarmantes frente a hechos concretos. 



La idea esencial es transmitir a este colectivo, la necesidad de protección de los derechos de las personas mayores consumidoras y usuarias a través de la información, de manera que conozcan de antemano los posibles fraudes y acciones que se pueden llevar a cabo en distintos sectores de actividad y que pueden afectar a su seguridad económica, al asumir un servicio o adquirir un producto que, en muchas ocasiones, está fuera de sus posibilidades y no cubre ninguna necesidad real.             


Las personas mayores son las víctimas perfectas de los fraudes en las ventas de puerta en puerta, o por teléfono, ya que permanecen mucho tiempo en casa, y además disponen de mucho tiempo libre para hablar y están dispuestos a escuchar. Este tipo de ventas son una buena manera de entrar en su hogar. Los estafadores le pueden convencer o engañar para que firmen falsos contratos y nunca más sepa de ellos o nunca reciba el producto que compró. Por ello, como norma general, • Por su seguridad, jamás abra la puerta a personas desconocidas, ni siquiera a través del portero automático. 

                           • Desconfíe si llaman en nombre del cartero en horarios que no son de reparto. 

                            • Desconfíe hasta de las personas que se presentan en su domicilio bien arregladas o tienen buena presencia, es para ganarse su confianza. 

                           • No es recomendable permanecer al otro lado de la puerta y preguntar ¿quién llama? Con ello está poniendo de manifiesto que se encuentra solo en la vivienda. 

                          • Tampoco abra la puerta, aunque sea un poco, para ver quien es. Eso es suficiente para que de un empujón accedan al domicilio. 

                          • Si vive solo, procure que figure otra persona en su placa del buzón (aunque sea un nombre ficticio). Procure que figure la inicial de su nombre en lugar del nombre completo, para no dar pistas sobre su sexo, máxime cuando se trata de una mujer. 

                            • Si le llaman por teléfono con motivo de realizar una encuesta, nunca facilite información acerca de si vive solo, sobre la edad que tiene, sobre sus ingresos o sus datos bancarios. 

                              • Si personas desconocidas persisten en intentar acceder a su domicilio, permaneciendo al otro lado de la puerta, llame a la Policía Nacional (091), y si Vd. dispone del servicio de teleasistencia, póngase en contacto con este servicio para manifestarles que se encuentra ante una situación de riesgo o peligro. 

Para terminar indicamos las situaciones y productos que mejor se prestan para engañar a las personas mayores: 
-Cambio de compañía de gas y electricidad y servicios adicionales que ofrecen. 
-Falsas revisiones del gas. 
-Servicios de telefonía e Internet (tarifa adicional). 
-Control del agua del grifo. 
-Visitas médicas. Estudios gratuitos de audición. 
-Productos milagro (lociones, pomadas y aparatos que mejoran la calidad de vida). 
-Viajes y excursiones. Reuniones de hoteles 
-Falsos premios o sorteos. 
-Venta de libros u otros objetos para el hogar. 
-Bancos y tarjetas de crédito. 
-Llamadas telefónicas de ong´s. 
-Seguros: deceso, hogar, vida. 
-Centros de día: Demostración gratuita de audífonos. 
-Cuidadores a domicilio. 
-Suplantación de personalidad de administraciones públicas